
El desempeño físico en el fútbol se caracteriza por una serie de esfuerzos intermitentes de corta duración, que pueden variar de 0 a 4 segundos. Estos esfuerzos involucran diferentes vías metabólicas, incluyendo las aeróbicas (en presencia de oxígeno) y las anaeróbicas (en ausencia de oxígeno), aunque estas últimas son menos predominantes. Además, no podemos pasar por alto la influencia fundamental del factor neuromuscular en este proceso. En el campo, los jugadores se desplazan a altas velocidades, alcanzando porcentajes que oscilan entre los 15 km/h y los 25 km/h, ya sea con o sin el balón en juego. Además de la velocidad, se suman elementos como aceleraciones, frenadas, cambios de dirección y saltos, todos los cuales exigen al máximo la capacidad funcional de los futbolistas, poniendo en riesgo los límites fisiológicos de estos atletas de élite.
Es importante tener en cuenta que estas demandas físicas brutales varían según la posición de juego de cada futbolista en el campo. Los laterales y los mediocampistas interiores necesitan una resistencia a la velocidad, mientras que los centrocampistas dependen en gran medida de su capacidad aeróbica para correr distancias que pueden llegar a los 10-12 kilómetros por partido. Por otro lado, los defensores centrales y los delanteros poseen una gran velocidad en distancias cortas, mientras que los porteros deben contar con una impresionante velocidad de reacción.
La evolución tecnológica ha permitido la monitorización continua de los jugadores durante entrenamientos y partidos. Esto incluye la evaluación de su "huella" interna a través de la frecuencia cardíaca y análisis sanguíneos, así como la percepción subjetiva de su "huella" externa, que refleja el esfuerzo experimentado por el jugador después de estas actividades.
Es crucial destacar que, además de las respuestas metabólicas, la contribución neuromuscular durante los partidos desempeña un papel esencial en el rendimiento y el riesgo de lesiones musculares, que afectan a los equipos de manera recurrente cada temporada. Grupos musculares como los cuádriceps, aductores e isquiotibiales son especialmente propensos a sufrir desgarros significativos, y las recaídas son un problema común, a menudo debido a la urgencia por hacer que los jugadores vuelvan a competir lo antes posible.
En resumen, el fútbol de élite se encuentra en una situación apasionante pero extremadamente compleja. Se requiere un equilibrio delicado entre el ritmo vertiginoso de los partidos, que se juegan a alta intensidad, y las adaptaciones necesarias en la planificación física a lo largo de la temporada. Esto incluye la pretemporada, la gestión de microciclos semanales, las rotaciones de jugadores y, lo más importante, la programación adecuada de semanas de descanso para lograr la tan buscada "súper compensación". Todo esto debe coincidir con los momentos clave del calendario y las competiciones más importantes. Entrenar en la élite es todo un desafío que requiere una cuidadosa planificación y gestión.